Desde el siglo XIX la belleza se convirtió en una mercancía más susceptible de ser comercializada y paulatinamente fue extendiéndose entre la población la preocupación por el cuidado de la imagen personal. Se conservan numerosos carteles e impresos que así lo demuestran, en los que se publicitaban todos aquellos productos, dirigidos en un principio a mujeres de la alta sociedad, que supuestamente podían proporcionar un cutis perfecto, una cintura esbelta o un cabello abundante, sedoso y libre de canas. Un ejemplo frecuente son los carteles de productos capilares, protagonizados por mujeres con largas melenas como ejemplo de los resultados que un único tónico podía aportar: “Extirpa la caspa, fortalece el cráneo y limpia y perfuma la cabeza”.