Formado de manera autodidacta y con escasos medios, esto no le impidió publicar El Kinethorizon (1894), para ayudar a los aficionados a conocer el firmamento, y que se convirtiera en un consumado historiador, colaborador asiduo del Boletín de la Real Academia de la Historia. Especializado en la protohistoria de la península ibérica, realizó grandes hallazgos como el de losa sepulcral de Solana de Cabañas, la identificación de escritura ógmica en Extremadura y la descodificación de la escritura maya.
Revestido de un gran prestigio científico y respetado por sus pares, se apartó del camino trazado en la primera parte de su vida profesional para interesarse por el ocultismo y las filosofías orientales. Un encuentro con Madame Blavatsky, la gran divulgadora de la teosofía en la época, le llevó a escribir una biografía sobre su figura (Una mártir del siglo XIX: H. P. Blavatsky, 1924) y a traducir su obra al español.
Otras de sus actividades incluían la preocupación por la educación, por lo que redactó Proyecto de una Escuela Modelo para la educación y enseñanza de jóvenes anormales (1905); la afición a la música, lo que le llevó a escribir Wagner, mitólogo y ocultista (1917); la defensa de sus raíces extremeñas, lo que le animó a fundar el Centro Extremeño de Madrid; e incluso el urbanismo, por lo que fue nombrado director de la revista La Ciudad Lineal.
Convertido en “El Mago Rojo de Logrosán”, intentó conjugar ciencia y esoterismo a través de artículos en numerosas revistas generalistas, como El Globo o El Liberal, y especializadas, como Sophia o El Loto Blanco, además de impartir conferencias por toda España y de dar clases de filosofía oriental en el Ateneo de Madrid. Criticado por muchos, que veían en su interés por el esoterismo un menoscabo para sus investigaciones más serias, también tuvo numerosos admiradores, entre los que se encontraban Ángeles Vicente, Francisco Villaespesa o Salvador Rueda.
(Servicio de Información Bibliográfica)