Los premios de bibliografía de la Biblioteca Nacional de España
Historia de los premios
La creación de los premios bibliográficos de la Biblioteca Nacional se enmarca dentro del contexto de modernización de las bibliotecas españolas que tuvo lugar a mediados del siglo XIX. Durante los casi cien años (de 1857 a 1953) que duró el periodo inicial de los concursos, la gran mayoría de los más importantes repertorios bibliográficos de la época fueron galardonados, y todavía hoy muchos de ellos siguen teniendo vigencia, de tal manera que en gran medida la historia de los premios de bibliografía es la historia de la bibliografía y de los bibliógrafos españoles entre mediados del siglo XIX y la primera mitad del XX.

Como explicó Juan Delgado Casado en su obra de referencia Un siglo de bibliografía en España, el proceso por el que se regía la celebración de los concursos no distaba mucho del que se sigue actualmente. Primero aparecía la convocatoria en la Gazeta, después se seleccionaban las obras que cumplían los requisitos y más tarde se formaba el tribunal encargado de analizar todos los títulos. Meses después se emitía el fallo y se daba uno, dos o tres premios, aunque en muchas ocasiones quedaba desierto, lo que sucedió treinta veces.
Las bases establecían un premio de 2.000 pesetas a biobibliografías y 1.500 a bibliografías, una cantidad más que digna en el momento de su instauración, pero que permaneció prácticamente invariada a lo largo del tiempo, lo que hizo que se convirtiera en simbólica. Las bases también se mantuvieron casi inalteradas, aunque a partir de 1931 se estableció un premio para bibliografías de un tema específico, que en la práctica se convocó en contadas ocasiones. Algunos años se presentaron hasta diez candidaturas, mientras que otras veces no se postuló ninguna obra, algo que se convertiría en habitual a partir de 1942, lo que llevó finalmente a su desaparición.
El tribunal, además de por el director de la BN y bibliotecarios de la institución, estaba compuesto por profesionales de la bibliografía y en ocasiones por destacados intelectuales y artistas, como Antonio Machado, los Álvarez Quintero, Campoamor o Azorín. Además de premiar, el tribunal también podía instar a la adquisición por parte de la BN de títulos que no cumplían el nivel de exigencia establecido o que más que bibliografías eran estudios históricos, pero que sí tenían el interés suficiente como para ayudar en tareas de investigación.
La mayoría de los postulantes eran facultativos de bibliotecas, que veían en los premios una buena oportunidad de promoción profesional, pero también hubo muchos profesores de universidad y de enseñanza media, además de archiveros, eruditos locales y algunos aficionados. Aparte de las biobibliografías, la temática más habitual entre los títulos presentados fue la referente a bibliografías locales.
Además de la recompensa económica, las bases del concurso establecían la publicación de las obras ganadoras. Sin embargo, en muchas ocasiones las bibliografías no llegaron a la imprenta, ya fuera porque los autores las retiraban o por falta de presupuesto. Se dieron casos tan llamativos como el de una obra premiada en 1917 y no publicada hasta 1987, lo que por otra parte da muestra de su vigencia. Aunque la obra no llegara a publicarse, el manuscrito permanecía en la biblioteca, excepto en algún caso en el que lamentablemente se ha perdido todo rastro de la bibliografía.
Después de la Guerra Civil el concurso entró en un largo declive durante el cual muchos años ni tan siquiera hubo participantes y en otras ocasiones el premio quedaba desierto. Finalmente, en 1953 se suspendió la convocatoria. Hasta 1995 no se retomaría la concesión de los premios, convocados por la Biblioteca Nacional de España y la Asociación Española de Bibliografía. En esta nueva época se han premiado obras de gran relevancia, y en 2022 se revisaron las bases para adaptarse al nuevo contexto tecnológico.
Obras destacadas
Prácticamente todos los bibliógrafos más importantes de la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX fueron galardonados en alguna ocasión, y por supuesto no podía faltar Cayetano Alberto de la Barrera, quien ganó en 1860 con su Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español, uno de los mejores repertorios de le época y que todavía sigue siendo usado.
Uno de los hitos más importantes de toda la historia de los premios de bibliografía de la BN se produjo en 1861, año en el que se galardonó el Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, edición de las notas recopiladas por el gran bibliógrafo Bartolomé José Gallardo llevada a cabo por Zarco del Valle y Sancho Rayón. Se trata de un título que despertó el entusiasmo entre los eruditos de su época y que todavía hoy sigue siendo un referente la bibliografía española.
El sacerdote José María Sbarbi fue un experto en música, filología, y literatura, campos que dominaba con una profundidad inaudita. Su gran obra bibliográfica fue la Monografía sobre los refranes, adagios y proverbios castellanos, un exhaustivo repertorio ganador en 1871 y que puso las bases de la paremiología española, sin haber sido superada.
Rufino Blanco ganó el premio en 1904 con Bibliografía pedagógica, sobre un tema poco tratado en España. También muy original y premiada ese mismo año fue la Bibliografía de las controversias sobre la licitud del teatro en España de Emilio Cotarelo y Mori, que además tenía un contenido apabullante.
Igualmente destacada fue la obra ganadora del concurso en 1908, Los periódicos durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), de Manuel Gómez Imaz. Otro de los clásicos es La imprenta en Lérida (1918), de Manuel Jiménez Catalán, facultativo de bibliotecas formado en la Institución Libre de Enseñanza, quien ganó el premio en otras dos ocasiones con obras relativas a la imprenta zaragozana.
Esta marca fue superada por Cristóbal Pérez Pastor, nombre fundamental de la bibliografía española, quien ganó cinco veces. Dedicó sus obras a la bibliografía de Toledo, a las marcas tipográficas, a la imprenta en Medina del Campo y a la Bibliografía madrileña, obra en tres partes que significó un punto culminante en la bibliografía española y que ganó el concurso en 1888.
Siguiendo con autores dedicados a variadas materias, el polifacético José María Nogués, bibliotecario y autor de zarzuelas, ganó en 1892 por su extraordinario Seudónimos, anónimos, anagramas e iniciales de autores y traductores españoles e hispano-americanos. Pese a la utilidad del trabajo y su minuciosidad, debido a diversos avatares la obra nunca llegó a publicarse. Otro bibliógrafo peculiar fue Juan de Dios de la Rada y Delgado, pionero de la arqueología en España y director durante 25 años del Museo Arqueológico Nacional, quien ganó en 1886 por su Bibliografía numismática española, única en su materia, aunque pronto superada.
Muy prolífico fue Manuel Serrano Sanz, poseedor de una gran cultura y figura señera de la bibliografía. Ganó en 1898 con Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, según Juan Delgado “una de las mejores bio-bibliografías españolas de todos los tiempos”. Por su parte, José Ribelles Comín ganó en 1905 con Bibliografía de la lengua valenciana, que tiene la particularidad de ser la única obra galardonada dedicada a una lengua. También destaca por su extensión, más de 3.000 páginas en cinco volúmenes.
Si algunos años la cosecha era parva, en otras ocasiones coincidían en el concurso obras de gran valía. Fue lo que sucedió en 1920, cuando obtuvieron premio el Catálogo razonado de obras impresas en Valladolid, 1481-1800, de Mariano Alcocer y Martínez, un título canónico en su categoría; y el Catálogo bio-bibliográfico de 1856 escritoras españolas de los siglos XIX y XX (1801-1919), de Eduardo Martín de la Cámara y Luis García Rives.
Hubo pocas mujeres que se presentaran a los concursos, y la primera fue Carolina de Soto y Corro, quien en 1888 presentó Los poetas andaluces contemporáneos, que permanece inédita. Luisa Cuesta, de larga trayectoria en la BN, fue la única mujer ganadora del premio, y además en dos ocasiones: por La imprenta en Salamanca y por La imprenta en Burgos, esta en colaboración con otro insigne bibliotecario, Justo García Morales. Sin embargo, pese a su triunfo en los concursos de 1944 y 1946, ninguna de las dos llegó a publicarse íntegramente.
Anécdotas de los concursos
En su artículo de 1955 “Los premios bibliográficos de la Biblioteca Nacional”, Julio Gómez de Salazar recogió los títulos de las obras presentadas a los concursos, prácticamente todas disponibles en la Biblioteca Digital Hispánica. Además, recopiló algunas anécdotas que se habían producido a lo largo de los casi cien años de historia el galardón, como el caso de un participante que renunció al premio, mientras que otro que no ganó lo reclamó. También hubo algunos concursantes que suplicaron la obtención del premio ya que necesitaban el dinero.
Triste fue el caso de Marcelino Gutiérrez del Caño, quien se presentó ocho veces, ganó en tres ocasiones, pero no vio publicado ninguno de sus títulos. Menos suerte todavía corrieron Manuel Ovilo y Otero, que se presentó también ocho veces pero sin ganar nunca, y Guillermo Rittwagen Solano, quien presentó siete veces su Ensayo Bio-bibliográfico Hispano Marroquí, pero que tampoco ganó, aunque algunos años fue la única obra presentada.
Se dio el caso de un vocal encargado de analizar una obra y que tardó más de un año en comunicar que no tenía tiempo para hacerlo. También se presentaron algunas obras que en absoluto se ajustaban a los criterios propuestos, como colecciones de chistes o incluso una obra en verso. El caso más extremo lo protagonizó un tal González Prieto (seguramente un seudónimo), cuya obra era al parecer tan lamentable que llegó a plantearse la posibilidad de denunciarlo ante la justicia.
Juan Eugenio Hartzenbusch tuvo que enfrentarse a una situación comprometida, ya que al ser nombrado director de la BN se vio obligado a participar como presidente del tribunal que iba a juzgar la obra de su hijo, Eugenio Hartzenbusch. El director se inhibió y su hijo, un excelente bibliógrafo, ganó el premio.
Pero quizá el caso más curioso fue el de un participante que presentó un estudio sobre la Biblia asegurando que Moisés y Adán era catalanes y vecinos suyos (identificaba el El Vendrell con Belén). En su miscelánea también aseguraba que Cicerón era de Barce-Roma. Ante su amenaza de recurrir a instancias superiores si su obra era desatendida, el tribunal decidió admitirla a concurso, aunque no obtuvo ningún premio.
- Delgado Casado, Juan (2001). Un siglo de bibliografía en España los concursos bibliográficos de la Biblioteca Nacional (1857-1953). Ollero y Ramos
- Gómez de Salazar, Julio (1955). ““Los premios bibliográficos de la Biblioteca Nacional”. En: Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, n. 27
- Martín Abad, Julían (1988). Los manuscritos bibliográficos de la Biblioteca Nacional. En: Varia bibliographica. Homenaje a José Simón Díaz, p. 439-450