La memoria digital del mundo. Los historiadores y el archivo
Anaclet Pons
Tabula, ISSN 1132-6506, n. 21, 2018, p. 23-38
En este artículo se pretenden abordar dos ideas principales, por un lado, lo que significa la desmaterialización de las fuentes y del archivo, y por otro, la dificultad que tienen los historiadores para en algunos casos captar y en otros asumir esa transformación.
Smith señala cómo los historiadores veían e imaginaban los archivos como repositorios de conocimiento y de cómo alcanzaron un consenso disciplinario sobre el valor de éstos: el archivo era el lugar en el que los historiadores anclaban la verdad que aspiraban a mostrar. Ranke fue el descubridor del placer de los archivos tratando de transmitir la idea de actividad incesante, de trabajo y de virtud cívica, frente a la pasividad del aficionado, para lo cual dramatizaba sus relatos de las visitas a los archivos y de las dificultades para conseguir los preciados documentos. Es interesante destacar la sublimación que no solo se agranda por las penalidades de la consulta de documentos, sino que se acompañaba de la queja por la escasez y por su penoso inventario. Marc Bloch reiteró el mismo desasosiego y suspiraba por la llegada de un momento futuro en el que arraigara el gusto por la información, por el intercambio de información. La razón fundamental de que el archivo y el documento hayan mutado como lo han hecho se debe a que el soporte ha variado, a que el documento no está ligado a algo físico, lo que permite su reproducción o modificación indefinidas. En este análisis se destacan dos aspectos a considerar: la triple ruptura que afecta a los soportes y que cambia el emisor habitual. La penuria documental ha dado paso a la abundancia, pero esta exuberancia lo es por la naturaleza digital que tienen hoy los documentos y por la digitalización de los que no la tenían en origen, lo que implica su remediación, la posibilidad de tratar su contenido como data. Tanto la naturaleza de la documentación, como la posibilidad de rearchivación constante, hacen que los usuarios puedan desafiar de otro modo la naturaleza tradicional del archivo. No podemos obviar la mutación del archivo, porque está perdiendo aquella condición de fetiche que tenía, en cuanto a lugar físico y en cuanto a espacio concreto. Es cierto que el archivo continúa mediando el acceso al documento, y que con sus prácticas para facilitarlo y mejorarlo, decide qué difunde y qué no, pero decir que aumenta su poder supondría admitir que mantiene el monopolio del conocimiento sobre el presente y el pasado y eso es algo que está en discusión. Necesitamos los archivos, porque en realidad no sabemos cómo abordar la actual profusión de informaciones.
Resumen realizado por José María Amate Sánchez