Según Pere Gimferrer, la obra de Góngora, como la de Virgilio o Rimbaud, ‘se nos muestra como una vastísima empresa de descubrimiento, conquista y fundación del propio lenguaje poético’. Probablemente ningún otro poeta español gozó en vida de la celebridad que tuvo Luis de Góngora. No obstante, al igual que otros muchos escritores de su tiempo, no mostró especial interés en ver sus versos impresos ni conservó los autógrafos de sus textos. La ausencia de una edición impresa de las poesías de Góngora queda paliada por la copia manuscrita de lujo que llevó a cabo Antonio Chacón, quien probablemente contó con la colaboración del propio autor. Esta copia, conocida como ‘manuscrito Chacón’, es un documento esencial en la transmisión de la obra poética de Góngora, ya que consiguió crear un corpus fiable y depurado de las poesías gongorinas, además de ofrecer con notable precisión la fecha de composicion de los textos incluidos. Por otro lado, también es una obra maestra de la caligrafía del Siglo de Oro. Antonio Chacón escogió un pergamino de color hueso de gran calidad y contrató los servicios de un espléndido calígrafo y de un experto dibujante. El resultado fue tan satisfactorio que se creyó digno de la persona a la que iba destinado, el conde duque de Olivares. No habrá más noticias del manuscrito hasta que el bibliófilo y erudito Pascual de Gayangos adquiera los tres volúmenes en 1857. Finalmente, su biblioteca fue adquirida por el Estado y pasó a engrosar los fondos de la Biblioteca Nacional en 1900.