Música y poesía: Raimon, Ruper Ordorika y Bob Dylan
El año que la Biblioteca Nacional programó a Raimon y a Ruper Ordorika, la Academia Sueca se animó a dar el Nobel a Bob Dylan. Raimon vino a la Biblioteca para hablar de Espriu. Animado por Juan Barja, contó su deslumbramiento cuando lo leyó por primera vez. También sus inseguridades cuando empezó a cantarlo. La más grave, confesó, tenía que ver con la fonética de su valenciano. Espriu le quitó importancia y la colaboración se desarrolló desde el respeto mutuo. Luego Raimon recitó y se pararon los relojes. Las palabras bien dichas resuenan de un modo especial, y hasta la rueda del tiempo se tomó un momento de respiro.
Ordorika vino de la mano de Nacho Fernández. Últimamente vive en Sara, del otro lado de Vera de Bidasoa. Cuando habla del vascuence, habla de valles. Para decir Oñate, por ejemplo, dice mi valle y explica que allí hablaban vizcaíno. Se pone serio y se declara partidario del batua. Pero sobre todo es él cuando coge la guitarra y canta. Baladas populares y poemas. Incluso la primicia de una adaptación en euskera de la traducción de un poema de Gary Snyder: leñadores, con maquinaria moderna, venidos de todo el mundo hasta Alaska para desmochar los bosques, donde luego entran las petroleras. Reunidos por la noche en el bar para curarse las heridas que infligen durante el día a la naturaleza. Bebiendo y escuchando canciones para soportar el dolor.
Mientras tanto, todas las tertulias del mundo se hacen cruces porque Dylan no se ha puesto al teléfono de la Academia. ¿Renunciará al premio? Hasta sin saber inglés lo sabe todo el mundo: la respuesta está en el viento.