#Inspiradoras2017

Hablaba francés, alemán, inglés, ruso e italiano, a los doce años dio su primer concierto en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y más tarde estudió con los maestros Frank Marshall y Ricard Lamote de Grignon. Elena Romero Barbosa fue la primera mujer al frente de una orquesta sinfónica en España.

Elena Romero Barbosa

Desde el siglo XIX todos aquellos que sentían una inclinación hacia la música tenían dos vías de acceso a su aprendizaje: la enseñanza privada con profesores particulares o la enseñanza pública a través de instituciones profesionales, los conservatorios.

A diferencia de lo que ocurría en otros países, en España no se vetaba a las mujeres el acceso a los conservatorios pero sí que existía una discriminación hacia ellas puesto que solo podían estudiar las asignaturas consideradas “propias de señoritas”. De esta manera los hombres estudiaban música para desarrollar una carrera profesional mientras que las mujeres lo hacían para refinar su comportamiento y cumplir el modelo establecido de esposa y madre ideal.

Elena Romero Barbosa nació en Madrid en 1907. Procedente de una familia acomodada, pronto mostró un gran talento para la música, realizando su primer concierto en el Círculo de Bellas Artes de Madrid con 12 años. Mientras daba recitales en distintas ciudades de España, Elena continuó su formación de piano, interpretación y composición aunque finalmente decidió trasladarse a Barcelona para estudiar en la Academia Marshall, una de las más prestigiosas de la época. Allí vivió durante los peores años de la guerra, renunciando al exilio y orientando su interés cada vez más hacia la composición, materia que retomará en firme con el compositor y director de orquesta Lamotte de Grignón.

Tras numerosas desgracias familiares, Romero decidió, en 1944, trasladarse de nuevo a Madrid donde estudió composición con los maestros Joaquín Turina y Julio Gómez. En esta nueva etapa dotó de música a poemas de Juan Ramón Jiménez y de Manuel Machado y compuso obras muy complejas como la Suite Penibetica o la Sinfonieta.

[bctt tweet="Elena Romero compuso obras muy complejas como la Suite Penibetica o la Sinfonieta"]

Sin embargo, la verdadera gran pasión de Elena fue la dirección de orquesta. A este arduo objetivo dedicó gran parte de su vida, siguiendo siempre los consejos de su amigo Ataúlfo Argenta, director de la Orquesta Nacional de España. Es difícil imaginar a una mujer dirigiendo una orquesta en pleno franquismo pero lo es más si esta perteneció al bando de los vencidos, como es el caso de Romero.

Portada de la partitura Canción de cuna (1953)

A pesar de ello, el régimen no intervino en su ascenso profesional puesto que no intentó ocupar puestos oficiales en instituciones públicas: toda su formación sobre dirigir la obtuvo de forma autodidacta, siguiendo los consejos de directores de orquesta y compositores amigos. De esta forma, con su talento y esfuerzo, Elena Romero se convirtió, en 1948, en la primera mujer que dirigió una orquesta sinfónica en España y, más tarde, en la primera en dirigir la Orquesta Sinfónica de RNE y la Orquesta Ciudad de Barcelona.

En la década de los cincuenta Romero compuso sus obras más célebres y  su éxito como directora de orquesta no paró de crecer. Destacan el Canto a Turina: en homenaje al llorado maestro, Fantasía Española, Quequita o Canción de Cuna. Esta última se encuentra disponible en la sala Barbieri de la BNE.

A lo largo de toda su carrera compuso 65 obras para canto, coro y piano, música sinfónica, música de cámara…, recibió, en 1955, el Premio Pedrell por su ballet Títeres y, en 1976, el Premio BBC por Ensayo para orquesta sobre dos canciones sudafricanas. Ya en los años setenta la Asociación de Mujeres en la Música se puso en contacto con ella y la nombró socia de honor. Elena pasó sus últimos años  dando clases particulares de piano y participando en los congresos y reuniones que organizaba dicha asociación hasta su muerte en 1996.

Partitura Canción de cuna (1953)

Ella, junto con otras muchas compositoras como Emiliana de Zubeldía, Matilde Salvador o María Rodrigo fueron las primeras que lucharon duramente para incorporarse al mundo profesional de la música junto con los hombres. La BNE guarda en sus fondos el disco “Compositoras españolas del siglo XX” en el que se recogen algunas obras de estas excepcionales mujeres.

Berta García Julve