El momento crucial en la trayectoria del joven Victoria fue su ingreso como alumno pensionista, a mediados de la década de 1560, en el Colegio Germánico de Roma, perteneciente a la orden de los jesuitas. Aunque no hay documentación que acredite la relación entre ambos, es muy probable que en Roma estudiara con Giovanni Pierlugi da Palestrina: Victoria fue uno de los primeros compositores en incorporar en su obra rasgos estilísticos y técnicos característicos del famoso polifonista italiano.
En 1569 abandonó el Colegio Germánico para ocupar la organistía de la iglesia catalano-aragonesa de Santa María de Montserrat de los Españoles, en Roma. Fue un breve período de transición, de tan solo dos años, tras el cual regresó al Colegio en calidad de profesor de música de los alumnos internos. A este cargo se sumó, en 1573, el de maestro de capilla del Seminario Romano, sucediendo al mismísimo Palestrina. Así las cosas, menos de diez años después de su viaje a Roma, adquiría una posición privilegiada en la vida musical de la ciudad, y en la italiana en general.
Su ordenación sacerdotal, en 1575, le condujo a reducir sus obligaciones como músico con el fin de dedicarse más plenamente a la espiritualidad y la composición. Una nueva orientación vital que materializaría a partir de 1578 en San Jerónimo de la Caridad, comunidad de sacerdotes seculares de San Felipe Neri en Roma, donde ostentaría una capellanía durante siete años. Tal y como pretendía, fue un período muy prolífico en lo compositivo, a la postre el más fecundo de su vida: entre 1581 y 1585 alumbró nada menos que cinco colecciones impresas, todas ellas editadas en Roma, entre las cuales se encuentran el Missarum libri duo y el Officium Hebdomadae Sanctae.
Pero, conforme avanzaba la década de los ochenta, en Victoria era cada vez mayor el deseo de regresar a España, algo que finalmente haría en 1587. Rechazó ofertas de las catedrales más importantes del país y se decantó por servir como capellán a la emperatriz María, viuda de Maximiliano II de Austria y hermana de Felipe II, en el madrileño monasterio de las Descalzas Reales de Santa Clara de la Cruz; a este cargo sumaría el de maestro de la capilla del monasterio. Eran puestos de gran prestigio que, además, le permitían una mayor movilidad de la que habría disfrutado ejerciendo el magisterio catedralicio.
En estos años era ya reputado en España como la gran figura de referencia en el ámbito de la música sacra y, en el extranjero, como el compositor español de mayor envergadura. Dueño de un estilo sobrio y conciso, virtuoso en el manejo del contrapunto y la textura polifónica, su influencia se proyectaría, tanto en España como en Europa e Hispanoamérica, mucho más allá de su muerte, acaecida en 1611.
(Departamento de Música y Audiovisuales)