En 1893 inició sus primeros estudios formales en dibujo en la Escuela de San Telmo de Málaga, que completaría en Madrid. En 1897 se presentó por primera vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes, cita a la que acudiría con asiduidad y con discreta fortuna. Para ganarse la vida, comenzó a colaborar en publicaciones como La Revista Moderna, La Vida Literaria o Madrid Cómico, en las que aportó chistes, historietas y portadas. En estos primeros pasos de su obra se deja ver un tono sombrío que lo emparenta con pintores como Goya, Gutiérrez Solana o Regoyos.
Decidido a ampliar sus horizontes, en 1900 viajó a la capital del mundo, París, donde encontró trabajo en revistas humorísticas como Le Cri de Paris y Le Rire. En la ciudad de la luz su estilo se hizo más luminoso y alegre, como se puede comprobar en lo mejor de su producción francesa, sus colaboraciones con la prestigiosa L’Assiette au Beurre.
Gran popularidad
En 1904 volvió a instalarse en Madrid, donde dos años después se casaría con Matilde Padrós, una de las primeras mujeres universitarias de España. Sancha empezaría a obtener una gran popularidad gracias a sus publicaciones en cabeceras de Prensa Española: Blanco y Negro, Gente Menuda y especialmente Gedeón, en la que sus viñetas serían muy críticas con la clase política y se teñirían de denuncia social. En 1907 creó junto al humorista Luis de Tapia la revista Alegría, que pese a su efímera existencia permanece como una de las publicaciones ilustradas más importantes de la prensa nacional, con colaboradores como Juan Gris o Azorín.
Durante este tiempo, siguió pintando cuadros que presentó en concursos y galerías, y aunque no se prodigó en este aspecto, también ilustró algunos libros y realizó portadas para amigos escritores como Miguel Sawa (Ave, fémina, 1904) o Pedro de la Répide (Paquito Candil, 1909). Pese a su éxito, recibió muchas críticas y su situación económica estaba lejos de ser desahogada, por lo que en 1912 decidió irse a Londres. Mientras su mujer, junto a la que tuvo cinco hijos, daba clases en el King’s College y colaboraba en la Enciclopedia Británica, él se ganaba la vida pintando biombos egipcios. Durante la I Guerra Mundial dibujó algunas postales antibélicas para Tuck que se distribuyeron en toda Europa y se ocupó de ilustrar de manera soberbia el Libro de horas amargas (1917). Todavía en la capital inglesa conoció a su paisano Picasso, quien mostró una gran admiración por su trabajo.
En 1922 aceptó la oferta del diario El Sol, que ya contaba entre sus filas con el genial Bagaría, y regresó a Madrid. En ese periodo inició una actividad frenética en la que además de ilustrar publicaciones de autores del calibre de Ramón Gómez de la Serna y Edgar Neville, firmó para publicaciones como Buen Humor, La Esfera, en donde aportó unas memorables escenas callejeras en acuarela o La Voz, para la que realizó cientos de caricaturas.
Con un estilo cada vez más sencillo y apresurado, a partir de 1929 inició su declive, con creaciones progresivamente más esporádicas, al mismo tiempo que sus hijos Soledad y José María veían como despegaban sus propias carreras artísticas. En 1936 empezó a colaborar con el diario socialista Avance, para lo que se mudó a Oviedo, donde le sorprendió el inicio de la Guerra Civil. Enfermo y según algunas fuentes encarcelado por sus ideas políticas, moriría poco después. Tras un periodo en el purgatorio habitual entre los grandes artistas, su figura ha vuelto a ser conocida y admirada. Su estilo se ha valorado como un reflejo en imágenes de los libros de autores como Pío Baroja, reconocido entusiastas de su obra.
(Servicio de Información Bibliográfica)