De manera paralela, empezó a escribir para publicaciones femeninas, y en 1862 se convirtió en directora de La Violeta, de suscripción obligada en las escuelas de niñas. Su cercanía a la Familia Real, a la que dirigió diversas composiciones poéticas, no impidió que se implicara en cuestiones polémicas, como demostró su apoyo a la causa abolicionista, expresada en su participación en el Comité de Señoras de la Sociedad Abolicionista Española y en su obra dramática La cadena rota (1879), de claro mensaje antiesclavista.
Su implicación social también se manifestó en la fundación del Ateneo Artístico y Literario de Señoras en 1869, del que también fue directora. En él participaron las hijas y mujeres de los miembros de la Institución Libre de Enseñanza. Se proporcionaba una educación que iba más allá de la que habitualmente recibían las mujeres, en la que además de las tareas domésticas habituales se incluían materias como frenología y aritmética. Sin embargo, su feminismo estaba enmarcado en las limitaciones de la época y si apoyaba la educación de la mujer era solo como complemento de la formación de una buena esposa.
A lo largo de su vida fue directora de diferentes revistas: La Mujer (1871), La canastilla de la infancia (1882) y Paris Charmante (1884, editada en Francia), lo que la sitúa entre las pioneras del periodismo femenino español junto a otros destacados nombres como los de Ángela Grassi o Pilar Sinués. Por otra parte, escribió la obra pedagógica Páginas para las niñas (1881), que fue declarado oficialmente libro de texto en las escuelas. Directora de la obra colectiva Las mujeres españolas, americanas y lusitanas pintadas por sí mismas (1885), en la que reivindicaba el papel de las mujeres, en 1893 recibió el reconocimiento internacional al ser nombrada vicepresidenta de una sección de la Exposición de Chicago.
(Servicio de Información Bibliográfica)