También aficionado a la música, Enrique Fernández Arbós, quien era amigo suyo desde la infancia, e Isaac Albéniz le animaron a visitar Bruselas, donde pronto comenzó a frecuentar el círculo cultural de la ciudad. Bajo el tutelaje de Joseph Quinaux prosiguió con sus estudios artísticos y en 1882 y 1883 participo en sus primeras exposiciones. En estos años pasó a formar parte del grupo de Los XX, que desde postulados simbolistas renovó el panorama artístico de Bélgica, y conoció a pintores como Ensor y Whistler, que le marcarían profundamente.
A principios de los años 90 se instaló en España, que recorrió de punta a cabo. En algunos de sus viajes estuvo acompañado por Émile Verhaeren, poeta belga al que le unía la misma sensibilidad y atención por algunos de los aspectos más sórdidos de la sociedad. Juntos confeccionaron Impressions d’artiste, que combinaba artículos y dibujos. Después de otro viaje conjunto por el País Vasco y Castilla publicaron La España negra, que apareció en 1888 en la revista Luz y un años después en forma de libro. Se trata de la obra más famosa y reconocida de Regoyos, una visión panorámica y sombría de la España de la época a través de innovadoras xilografías que tendría un enorme influjo a lo largo del tiempo.
El gusto por el paisaje y las experiencias le llevaron a realizar más viajes que por todo el Mediterráneo y el norte de Europa, al tiempo que producía una gran cantidad de cuadros y estaba presente en numerosas exposiciones en Madrid y Barcelona, pero también en Múnich y París. En 1895 se casó con Henriette de Montguyon y se instaló en Bilbao, desde donde introdujo las últimas tendencias artísticas europeas en España. Dos años después creó quince litografías para El Álbum Vasco, donde retornaba a su característico tenebrismo.
Su rompedora obra fue muy bien acogida en Cataluña, siendo saludada por pintores como Ramón Casas y Santiago Rusiñol, pero no así en Madrid, donde su estilo desconcertaba e incluso era ridiculizado. Sin embargo, en los ambientes literarios de la capital si se le apreció y se considera que junto a Zuloaga forma parte de la Generación del 98 artística, en oposición a pintores más burgueses y tildados de complacientes como Sorolla. Ya iniciado el siglo XX, su obra pudo verse en exhibiciones de Alemania, Italia, México y Argentina.
En 1911 viajó a Granada para reponerse de sus problemas de salud y el año siguiente se trasladó a Barcelona con el mismo objetivo, pero fallecería en la capital catalana en 1913. A pesar de que su obra ha levantado no pocos reparos y acusaciones de tosquedad, y que sin duda en su estilo prevalece el instinto sobre la técnica, con el tiempo su legado sería apreciada por artistas como Picasso y especialmente Gutiérrez Solana, y en la actualidad cuadros con su firma pueden verse en centros como el Museo del Prado, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el MNAC de Barcelona o el Thyssen de Málaga.
(Servicio de Información Bibliográfica)