Gran aficionada al teatro, la lectura y la costura, su madre la animo a cultivarse y con el tiempo adquiriría una gran erudición en diversos campos. Por otra parte, también la introdujo en el esoterismo, muy en boga en esos años. Tras la muerte de su madre, inició una amistad con la escritora Caterina Albert (conocida por su seudónimo Víctor Catalá), con quien sintió gran afinidad y mantuvo correspondencia durante 60 años. Desde 1913 escribió para la revista barcelonesa Estvdio, dirigida por su hermano, y en la que publicó relatos, poemas, traducciones y artículos (muchos relacionados con El Quijote, una de sus pasiones), además de novelas como Quimerania (1918).
Pero el campo en el que fue más prolífica fue el de la grafología, materia en la que se interesó por curiosidad y del que llegó a ser gran experta internacional. Pese a tratarse de una pseudociencia actualmente desacreditada, en su época tuvo un gran predicamento y Ras siempre se lo tomó con la mayor seriedad. Formada en la Societé Technique des Expertes en Écritures de París gracias a una beca de la Junta para Ampliación de Estudios, tras empezar a publicar su consultorio en la revista Por esos Mundos, en 1917 comenzó a colaborar con el ABC, donde tendría gran éxito y permanecería prácticamente hasta su muerte. Ese mismo año escribió Grafología: estudio del carácter por la escritura, donde estudiaba la letra de personalidades europeas.
Durante la II República firmó en Crónica y Estampa, las dos revistas de más tirada de la época, dando muestra de su feminismo. También probó suerte en el teatro, sin mucho éxito, aunque vio publicada su obra El amo dentro de la colección Teatro de mujeres (1934). Años antes había conocido a Elena Fortún, con quien mantendría una estrecha relación sentimental, siendo ambas parte del círculo sáfico creado por Victorina Durán. Al estallar la guerra, la casa de Ras fue destruida y se refugió en la de Fortún, donde ambas escribieron las novelas Oculto sendero y El pensionado de Santa Casilda, de temática lésbica, inéditas hasta el siglo XXI.
Tras pasar por Valencia, al terminar la guerra volvió a Madrid, y aunque no tenía antecedentes políticos, el desolador panorama que se encontró la llevó a exiliarse en Portugal, donde escribió un Diario (1946) de gran valor literario y en que queda patente su extensa cultura. De vuelta a España, siguió manteniendo la popularidad gracias a sus consultas grafológicas y a libros como Historia de la Escritura y la Grafología (1951), además de dar cursos en el Instituto Internacional de Boston en Madrid.
Su relación con Fortún, continuada de manera epistolar, se enfrió cuando la creadora de Celia regresó a España, pero se produjo una reconciliación antes de su muerte. Ras, que se había iniciado en la literatura infantil de la mano de su amiga, quien la había animado a escribir relatos para Gente Menuda, siguió realizando antologías y traducciones de cuentos infantiles. Falleció en Madrid en 1969.
(Servicio de Información Bibliográfica)