Escritor en la sombra de algunos artículos del que sería presidente del gobierno José Canalejas, en 1910 dio el paso a la política y fue elegido diputado del Partido Liberal por El Puerto de Santa María, pero la experiencia no le satisfizo y pronto volvió a ocuparse a tiempo completo a sus labores de escritura. En sus diversas participaciones en la prensa utilizó multitud de seudónimos, como Amadeo de Castro o Martín de Ávila y prestó su firma en el periódico más prestigioso de aquellos años, El Imparcial. Además, fue uno de los fundadores de la Asociación de la Prensa.

En 1921 obtuvo un reconocimiento a su trabajo con el premio Mariano de Cavia, que el diario ABC otorgaba ese año por vez primera, gracias a su artículo “La musa de Joaquín Costa”. Durante esa década recorrió gran parte de España, lo que le serviría de base para convertirse en uno de los grandes conocedores de la gastronomía regional del país. Esta vez bajo el seudónimo de Post-Thebussem (en honor al pionero de los estudios gastronómicos Mariano Pardo de Figueroa, quien firmaba como Dr. Thebussem), publicó artículos y libros como Guía del buen comer español (1929) y La cocina clásica española (1936), en los que defendía las recetas tradicionales. Esta faceta le valió ser nombrado presidente honorario de la Asociación Profesional de Cocineros de Cataluña.

Considerado uno de los creadores del concepto de “hispanidad”, su interés por estrechar los lazos con los países hispanoamericanos se plasmó en su viaje a Cuba en 1928 y a Argentina cinco años después. Además, colaboró con El País de La Habana y El Diario Español de Buenos Aires. Alejado de la vida pública, sin embargo se mantuvo activo hasta el final escribiendo libros de ficción y una vindicación de Isaac Peral, a quien ya había defendido en su juventud y al que dedicó su obra Los hombres de nuestra raza, Isaac Peral: la tragedia del submarino Peral, publicada en 1935, el mismo año de su muerte.