En 1908 un jurado formado por Baroja, Valle-Inclán y Trigo le da ganador del concurso El Cuento Semanal por Nómada. Será ahora cuando le llegue el reconocimiento más allá de Alicante y empiece a escribir cuentos para Los Contemporáneos y artículos para publicaciones de más prestigio como Los Lunes del Imparcial. Ese año también aparece La novela de mi amigo, de claras influencias modernistas y simbólicas, lo que ya será una marca de su estilo.
En 1910 se edita Las cerezas del cementerio, considerada su primera gran novela, en la que se deja ver la huella del misticismo y el decadentismo. Tras deambular por diversos cargos administrativos, en 1911 se traslada a Barcelona, donde trabaja como traductor. Fue entonces cuando le encargaron la dirección de la Enciclopedia Sagrada, proyecto fallido que sin embargo avivará su interés por el mundo bíblico. Mientras trabaja para el Ayuntamiento de Barcelona, da muestras de una gran productividad con obras como Libro de Sigüenza o Figuras de la Pasión del Señor, en las que desarrolla una prosa elaborada, con un rico léxico y metáforas de gran belleza. Pero Figuras despertará las iras de los integristas, que boicotean su elección como académico.
Cansado de Barcelona, en 1920 se instala en Madrid, donde cuenta con el apoyo del político Antonio Maura. Un año después publica uno de sus libros más hermosos, El ángel, el molino y el caracol del faro. Además de colaborar con el diario La Nación de Buenos Aires, el periodo de 1921 a 1926 supondrá la culminación de su carrera literaria con la edición de Nuestro padre San Daniel y El obispo leproso, sus obras maestras, localizadas en Orihuela e imbuidas por el pesimismo y la abulia. Es en estas novelas donde mejor se refleja su virtuosismo lingüístico, su lirismo y su musicalidad profundamente poética, además de su maestría en la descripción de ambientes. Son libros que reflejan el paso de una sociedad tradicional (carlista) a otra moderna. Causaron una gran controversia, y a pesar de contar con el apoyo entusiasta de algunos miembros de la Generación del 27, también recibieron ataques contundentes de figuras no menos destacadas, como fue el caso de Ortega y Gasset, quien le acusa de inane y aburrido.
En 1928 publica su último libro, Años y leguas, donde vuelve a sus primeras inquietudes. Muere dos años después, a los 51, a causa de una apendicitis aguda. A partir de 2006 la Fundación José Antonio de Castro publicó sus Obras Completas en tres volúmenes.
(Servicio de Información Bibliográfica)