Educado en las mejores escuelas de Madrid, hizo el bachillerato en el instituto de San Isidro y todavía adolescente comenzó a colaborar en la prensa, llegando a ser redactor jefe de la Gaceta de Madrid. Pero desde muy joven su pasión por los escenarios le llevó a dedicarse a la composición dramática y antes de llegar a la mayoría de edad ya había estrenado su primera obra, El toro y el tigre (1849), con discreta acogida.
Dramaturgo prolífico
Pese a este primer paso en falso, todavía en la veintena se convirtió en un autor habitualmente estrenado y cosecha su primer éxito de público con Todo son raptos (1851). La crítica le reprochará sus inconsistencias y recursos facilones, unos reparos que le acompañarán durante toda su carrera. En cualquier caso, la prolijidad del autor, que llegó a firmar más de 90 obras entre títulos dramáticos y zarzuelas, además de algunos poemas y de varias novelas (como Si yo fuera rico, 1896) da muestra de su facilidad para la creación de situaciones, personajes y, no hay que pasarlo por alto, la versificación.
Entre sus obras se pueden destacar La virgen de Murillo (1854), típico drama de capa y espada repleto de disfraces, secretos y equívocos, en la que el autor dio muestras de su conocimiento de los clásicos con un homenaje poco disimulado a Calderón de la Barca. En este título demostró su dominio de los resortes dramáticos, su interés por la puesta en escena, con detalladas especificaciones al respecto, y un gran ojo para los detalles realistas.
Otros títulos destacables son La pluma y la espada (1856), protagonizada por Quevedo, y La oración de la tarde (1857), en la que hizo gala de su gran soltura en los diálogos y su habilidad técnica. Sin embargo, fue acusado de descuido e incluso de plagio, aunque fue absuelto por un jurado creado expresamente para valorar la obra.
Respecto a las zarzuelas, colaboró con algunos de los mejores compositores de la época, como Barbieri y Arrieta y firmó obras con destacados escritores como Ventura de la Vega o su gran amigo Luis de Eguílaz.
Entre las obras de este género destaca El barberillo de Lavapiés (1874), con música de Barbieri, que obtuvo una acogida entusiasta desde su estreno y que todavía hoy se representa. Otras de sus zarzuelas son Punto y aparte (1865) o La niña bonita (1881).
Rodeado de admiración y admitido en los más selectos círculos sociales, en 1856 se casó con la actriz Cristina Ossorio Romero, perteneciente a una respetada familia de intérpretes, con quien tuvo tres hijos, siendo el mayor, Mariano, continuador de la saga de actores y el menor, Luis, también un prolífico autor. Exitoso, rico y envidiado, poseedor de la Gran Cruz de Isabel la Católica (1872), director del Boletín Oficial de la Propiedad Intelectual e Industrial (1886), durante 30 años mantuvo su popularidad, pero al final de su vida prefirió retirarse a su casa de Valdemoro. Falleció en Madrid en 1901.
(Servicio de Información Bibliográfica)