Sus primeras obras fueron poesías que publicó en la prensa salmantina, donde ya dejó clara su firme posición republicana federalista, escribiendo para cabeceras como El Federal Salmantino. Todavía siendo muy joven se trasladó a Madrid, donde sus artículos, habitualmente firmados con el pseudónimo de Rafael Luna, aparecieron en periódicos y revistas de todo tipo y alcance, desde publicaciones sobre cultura y política a otras dedicadas a los ecos de sociedad, y que tenían desde cobertura nacional a un alcance local. En todos los casos mostró una posición progresista y de defensa de las mujeres.
En El Tiempo publicó por entregas Ocaso y aurora (1875-1877), novela histórica ambientada en tiempos de Carlos II en la que incluyó críticas a la monarquía dentro de un esquema aparentemente convencional. Porque la autora supo combinar los ingredientes de la novela folletinesca (el romanticismo, el suspense y la sorpresa) con un ideario liberal. Esta obra, una de las pocas entre las suyas que ha despertado el interés crítico, ha sido recientemente reeditada.
Otro de sus títulos más polémicos y que ha suscitado especial atención es María Magdalena (1880), memorias de una prostituta narradas con un estilo naturalista. Se trata de un tema que pocas autoras habían tratado previamente y en el que la escritora se posicionó claramente, denunciando la hipocresía de la prostitución legalizada y abogando sin ambages por su abolición. Pese a lo singular de la obra, en su época fue ignorada o despreciada.
Producción periodística
En sus artículos mostró una gran erudición y conocimientos muy variados, pero su tema principal siempre fue el papel de las mujeres en la sociedad y en especial la preocupación por su educación. Entre su producción periodística destaca la serie Las mujeres pintadas por sí mismas publicada en La Ilustración de la Mujer entre 1875 y 1876. En estos artículos la escritora defendió la formación de las mujeres, la igualdad de oportunidades respecto a los hombres, su equivalente capacidad intelectual, la posibilidad de que ejercieran cualquier tipo de profesiones sin verse limitadas a su papel como madres y también reclamó que la educación alcanzase a las clases populares.
Su obra narrativa consta de un total de 14 títulos, que suman a las seis novelas publicadas en forma de folletín diversos cuentos, como El miserere de Doyagüe (1875), de estilo romántico. Respecto a su poco conocida producción teatral, fue polémica su acusación de plagio a Núñez de Arce, quien habría copiado su obra Don Carlos de Austria, aunque su denuncia no tuvo ninguna repercusión. Falleció antes de cumplir los 50 años y durante mucho tiempo se creyó que se había suicidado debido al fracaso de María Magdalena, pero el parte de defunción certifica causas naturales.
(Servicio de Información Bibliográfica)