Hacia 1861, recibió el encargo de decorar uno de los ocho medallones del techo del teatro Liceo; eligió la obra de Lope de Vega como inspiración para el Acero de Madrid, con el que demostró sus habilidades para la pintura ornamental. En estos años se dedicó a la decoración mural y a la ilustración literaria, realizando once dibujos y óleos para la Historia de Cataluña y de la corona de Aragón de Víctor Balaguer.
En 1863 se desplazó a Madrid pensionado por la Diputación Provincial de Barcelona para continuar sus estudios en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, donde fue alumno de Federico Madrazo. En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864 ganó la medalla de 2ª clase con La heroína de Peralada; en esta obra se deja ver el fruto de su estancia en Madrid y el conocimiento de la obra de Velázquez.
En 1866 viajó a París e ingresó en la Escuela Imperial de Bellas Artes. Aquí se relacionó con algunos pintores relevantes como Monet, Renoir y Sisley, cuya influencia se puede apreciar en su pincelada y en el distanciamiento del dogmatismo estético e ideológico de los nazarenos.
Se especializó en la pintura bíblica, de historia y en el retrato de carácter realista, donde desplegó su investigación sobre los efectos de la luz real y el claroscuro. Durante mucho tiempo fue el retratista oficial de la alta burguesía de Barcelona por su naturalismo directo y fiel y su técnica detallista cercana a la fotografía.
En 1874 ganó la cátedra de colorido y composición de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona con la obra Arrepentimiento de Judas. Entre 1887 y 1901 fue director de esta institución, año en que abandonó el cargo por problemas de salud. Ya fallecido, se expusieron cuatro retratos suyos en la V Exposición Internacional de Bellas Artes e Industrias Artísticas de 1907.
(Servicio de Información Bibliográfica)