Estuvo muy activo a lo largo de la década de 1840: llevó a cabo una gira por España como director de una compañía de ópera italiana; ejerció como maestro de música en la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy y en el Liceo de Salamanca; fue secretario y archivero musical del Liceo Artístico y Literario de Madrid; inició su labor periodística como cronista de La Ilustración; y cofundó, junto con Eslava, Arrieta, Gaztambide y otros significados músicos, la sociedad La España Musical, cuyo fin era establecer, o más bien restablecer, una ópera española. También se dedicó a la composición, pero en este ámbito no descollaría plenamente hasta el siguiente decenio.
Teatro
El Barbieri compositor comenzó a trascender, en concreto, con Gloria y peluca (1850), un notable éxito que contribuyó al afianzamiento de la zarzuela como género y que, en lo que concierne específicamente a su autor, encauzó su carrera de manera definitiva hacia el teatro. Mayor repercusión aún tendría Jugar con fuego, estrenada el año siguiente en el Teatro del Circo: catalizó el desarrollo de la llamada zarzuela grande (en tres actos), lo que supuso una auténtica revolución formal en el género, y sería la zarzuela más representada en España en las décadas de los cincuenta y sesenta. Por otra parte, impulsó junto con otros renombrados zarzuelistas la creación, en 1856, del Teatro de la Zarzuela.
A lo largo de los años siguientes, compaginaría la composición con una reseñable labor de recuperación musical, de restauración de la actividad concertística madrileña. Por mencionar tan solo un par de ejemplos, merced a sus esfuerzos la música de Wagner se escuchó por vez primera en la capital y la figura de Cristóbal de Morales, bastante olvidada hasta entonces, adquirió renovada vigencia. Para llevar a cabo estos proyectos se sirvió de organizaciones como la Sociedad de Conciertos, fundada por él mismo en 1866. Meticuloso y exigente, llegó a ser considerado como el director de orquesta español más relevante de su tiempo, junto con Jesús de Monasterio.
En 1864 se estrenó Pan y toros, una de sus cumbres compositivas, como también lo es, incluso en mayor medida, El barberillo de Lavapiés, obra referencial del teatro lírico español. Llegó a los escenarios en 1874, poco después de que su autor ingresara en la recién creada sección de música de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Desde entonces y hasta su fallecimiento veinte años más tarde, su producción musical, encuadrada en su mayor parte en el género chico —piezas más breves, sencillas e intrascendentes—, presenta un interés menor, con la excepción de la innovadora Chorizos y polacos (1876).
En la música de Barbieri impera siempre la melodía, es el punto de partida del proceso creativo y el ingrediente más efectivo de sus composiciones. Para dar forma a sus melodías, se nutría a menudo de otras preexistentes, pertenecientes a la música histórica hispana, a la tonadilla, a la danza o al folclore. La melodía de raíz española constituye, de este modo, la columna vertebral de la obra de un compositor que se singularizaba por su ideario abiertamente nacionalista.
Musicólogo
Más allá de su trabajo como músico y compositor, destacó como musicólogo, especialmente en el último tramo de su vida, desde la publicación, en 1877, del folleto El Teatro Real y el Teatro de la Zarzuela. El año siguiente vio la luz su texto musicológico más importante, el “Prólogo histórico” a la Crónica de la ópera italiana en Madrid desde el año 1738 hasta nuestros días, de Luis Carmena y Milán. Que en 1882 le pidieran que redactara algunas entradas para el Grove, el prestigioso diccionario enciclopédico musical británico, es buena prueba del renombre que adquirió como musicólogo en Europa, mayor aun que el que poseía como compositor. La aparición del Cancionero musical de los siglos XV y XVI (1890) es el hito más señalado de sus años postreros.
Biblioteca privada
Además de compositor y musicólogo, fue un entregado bibliófilo y llegó a conformar una impresionante biblioteca privada, en la cual destacan especialmente, por supuesto, los libros de música y las partituras. Con un esfuerzo de coleccionista admirable, invirtió grandes sumas en la recuperación del patrimonio musical español, reuniendo valiosísimos documentos que legaría en su testamento a la Biblioteca Nacional de España, institución a la que estaba muy vinculado: en 1866 compuso una marcha triunfal para la ceremonia de la colocación de su primera piedra.
(Departamento de Música y Audiovisuales)