Bagaría, Luis
Bagaría, Luis
- Artistas plásticos
Dibujante nacido en Barcelona, se le considera como uno de los más importantes caricaturistas españoles, con una obra que permite percibir toda una época desde un punto de vista singular, de manera que su imaginería ha penetrado casi subliminalmente en el conocimiento colectivo para marcar la forma en que aún en la actualidad imaginamos a los personajes más destacados del periodo anterior a la Guerra Civil.
Su plácida vida en la Cataluña finisecular se vio sacudida cuando su padre murió repentinamente, dejándole a él y a su madre en una situación precaria. Como hicieron tantos en aquellos años, madre e hijo buscaron fortuna en América y se instalaron en México, pero allí sus penalidades se recrudecieron y no pocas veces tuvieron que dormir al raso.
De regreso en Barcelona, se introdujo en el círculo artístico de Rusiñol, que se convertiría en una especie de tutor cultural del incipiente dibujante. Junto a Alomar, Corominas o el actor y empresario teatral Enrique Borrás, estos irreductibles permanecieron fieles al modernismo frente al pujante novecentismo. Muestra de este primer estilo pictórico fue su exposición de 1903 junto a artistas como Nonell en la Sala París de Barcelona.
La elección
La exhibición fue acogida con tibieza y para 1905 ya había decidido que su camino en las artes sería otro: el de la caricatura. Lo que su madre había calificado con una mezcla de ternura y escepticismo como “caracoles” se convirtió en su medio de vida. Enfrentado a algunos catalanistas, en 1908 decidió volver a probar suerte en América, a donde se fue de gira con la compañía de su amigo Borrás.
En 1912 ya estaba de vuelta en España y como colaborador de La Tribuna se convirtió en el caricaturista “oficial” del mundo cultural y político madrileño. Pero sería en las páginas del semanario España donde se convertiría en el representante gráfico del grupo de pensadores que buscaban la renovación del país. Este trabajo tendría continuidad en El Sol, diario al que el nombre de Bagaría quedará perpetuamente ligado, siendo su firma uno de los emblemas de la publicación y tan importante para su identificación como los editoriales de Ortega y Gasset.
Todo un personaje, era conocido tanto por su habilidad para recrear a cualquier modelo con cuatro trazos y por su falsa sencillez, como por su fama de perezoso o sus múltiples anécdotas.
Se dice que su director le encerraba en la habitación de un hotel de la que no podía salir hasta que no hubiera cumplido con su encargo; o que tras una noche de exaltación se compró un taxi con chófer incluido.
También tenía su lado melancólico y él mismo decía que “el humorista ve la vida con profunda tristeza”. Su objetivo no era la carcajada, sino la reflexión y la crítica moral.
En el punto de mira
En 1919 fue detenido por una viñeta antimilitarista, un aviso de lo que estaba por llegar. Sin embargo, cada vez era más popular y respetado. A un banquete en su honor celebrado en 1923 acudieron Azorín, Pío Baroja o Unamuno, e incluso contó con la felicitación de Romanones, una de sus víctimas predilectas. Pero ese mismo año se inició uno de sus periodos más difíciles con el golpe de estado de Primo de Rivera, cuyo régimen impondría una férrea censura que iba a amargarle la vida.
Durante un tiempo continuó su enfrentamiento con el Directorio a través de dibujos simbólicos, pero finalmente en 1926 tuvo que exiliarse en Argentina, donde ya era conocido por sus colaboraciones para La Nación. Allí conoció un éxito fabuloso, con un contrato inaudito con Caras y caretas. Tal fue su fortuna que decidió regalar un reloj de oro a Primo de Rivera para agradecerle su papel en su prosperidad. Un año después volvió a España, pero el veto se mantuvo e incluso se recrudeció.
En 1931, cuando las cosas parecían mejorar, El Sol cambió de propietarios y tuvo que buscar nuevo acomodo en Crisol, hasta que en 1934 regresara a la que consideraba su casa. Este trastorno no le impidió acoger con alborozo la proclamación de la República ese mismo año. Situado por encima de las disputas partidistas, aunque siempre del lado de las izquierdas, su obra es un repertorio impagable de los personajes más señalados de aquellos años. Su línea editorial de este periodo se caracterizó por el anticlericalismo, el apoyo a las políticas de Azaña, su ataque al militarismo y el temor ante el auge del fascismo.
Durante la Guerra Civil continuó con sus ataques a los enemigos de la democracia, mostrando un profundo dolor por la tragedia que sufría su patria. Ya derrotado, habiendo sufrido la muerte de un hijo en la guerra, sumido en el alcoholismo, en 1938 se exilió a Francia, donde sin embargo continuó trabajando desde Voz de Madrid para contribuir a la resistencia contra el fascismo. Dada la peligrosa situación en que se encontraba y animado por sus familiares, en 1940 volvió a viajar a América, pero moriría poco después de su llegada a La Habana.
(Servicio de Información Bibliográfica)
Cronología
Nace en Barcelona el 29 de agosto
Comienza su colaboración con La Tribuna
Comienza su colaboración con España
Se exilia en Argentina, donde colabora con La Nación y Caras y caretas
Se exilia en Francia y colabora con Voz de Madrid