Se doctoró en Farmacia, carrera que nunca llegó a ejercer. Su interés le llevó a recorrer los mejores observatorios de Francia, Alemania e Inglaterra como astrónomo aficionado. Incluso instaló en su hogar gaditano la Specola, observatorio en el que efectuó posiblemente las primeras observaciones espectroscópicas realizadas en España.

Trabó amistad con astrónomos reconocidos internacionalmente y se integró en la Società degli Spettroscopisti Italiana, en 1874, y en la Royal Astronomical Society of London, a finales de 1875. Publicó numerosos artículos en revistas extranjeras acreditadas, no sin reconocer que sus medios eran modestos. Pretendía introducir sus planteamientos pioneros, particularmente la importancia de la técnica espectroscópica para comprender la composición química de las estrellas y catalogarlas de acuerdo a sus espectros luminosos, en contra de la astronomía oficial española y de los Observatorios de San Fernando y Madrid. Su rigor científico le propició una alta reputación y la buena acogida de sus trabajos en Italia e Inglaterra. En España, fue considerado el abanderado por antonomasia de la astrofísica.

Por su apuesta por la libertad de pensamiento y su distanciamiento del dogmatismo católico, tradujo History of the Conflict between Religion and Science (1874)¸ de John W. Draper, que le dio esperanzas de que en España no se había apagado «la visualidad ni el fuego sagrado de la ciencia» al generar el sonado debate ideológico de la «polémica de la ciencia española».

Traslado a Madrid

El fracaso de los negocios vinícolas familiares y la muerte prematura de tres de sus hijos le forzaron a trasladarse a Madrid para trabajar en una fábrica de alquitrán, mas su amistad con Francisco Giner de los Ríos cambió sus circunstancias vitales. Se habían conocido en 1875, el pedagogo confinado entonces en el Castillo de Santa Catalina con motivo de las disposiciones contra la libertad de enseñanza del ministro Manuel Orovio, y el astrónomo agraviado por duras circunstancias económica. Ambos se apoyaron desde entonces de manera incondicional. A petición de Giner de los Ríos, comenzó a impartir clases de astronomía y de física en la Institución Libre de Enseñanza en 1884.

Fueron muchos sus esfuerzos por difundir la importancia de la meteorología y, como institucionista, defendió junto a Giner la necesidad de crear un instituto meteorológico en la capital. Quizá el alcance de sus enseñanzas en La Ilustración Española del 15 de mayo 1886 explicando el trágico tornado que sacudió Madrid el 12 del mismo dejando 26 muertos y numerosos heridos, convenció a las autoridades para crear el Instituto Central Meteorológico dependiente de la Dirección General de Instrucción Pública, mediante Real Decreto que convocaba oposiciones libres para los respectivos cargos de la misma. Augusto Arcimís, enemigo de las condecoraciones sin mérito, accedió a través de ellas a la dirección de la recién creada institución, desde donde continuó su trabajo e investigaciones hasta su muerte en 1910.

Cultivó diversos saberes y disciplinas, y es relevante su trabajo como fotógrafo. Aunque realizó incluso fotografías en distintas ciudades europeas, como Bayona, Londres o Roma, muchas pertenecen a los alrededores de La Granja de San Ildefonso. Allí tuvo su vivienda de verano, hoy desaparecida, que fue lugar de expedición y de reunión de intelectuales como José Macpherson, Francisco Quiroga o Manuel Bartolomé Cossío. En consonancia con el valor de sus aportaciones a este respecto, su archivo fotográfico es hoy parte de la Fototeca del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), cedido en depósito por la Fundación Duques de Soria de Ciencia y Cultura Hispánica.

Es abuelo materno del ilustre historiador medievalista Luis García de Valdeavellano Arcimís (1904-1985), quien le rindió homenaje publicando las cartas de su abuelo a Francisco Giner de los Ríos en un artículo del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza de 1980, «Mi abuelo Augusto Arcimís y su correspondencia con Don Francisco».

(Servicio de Información Bibliográfica)