Leonardo, dotado de una curiosidad omnímoda e insaciable desde la infancia, observó la naturaleza de manera escrutadora. Ello le proporcionó la certidumbre de que la infinita variedad del mundo físico es el fruto de una combinación de elementos simples que dan lugar a otros cuerpos compuestos. La asunción de este principio generativo le resultó enormemente fecunda y lo aplicó a la creación de objetos artificiales con la apoyatura de un razonamiento analógico.