La cultura del Renacimiento

La creencia del advenimiento de una nueva edad, dotada de caracteres propios y opuestos a los valores predominantes en tiempos precedentes, fue uno de los aspectos típicos de la cultura de los siglos XV y XVI. Tal actitud indicaba una voluntad precisa de romper los lazos con una visión del mundo considerada ya caduca e instaurar una sociedad basada en una concepción antropocéntrica del universo. Este movimiento tuvo sus raíces en la figura de Francesco Petrarca (1304-1374) y fue continuado por sus discípulos. El retorno al mundo antiguo y al saber clásico constituyó una aspiración de aquellos hombres. Al éxito de esta corriente contribuyeron los intelectuales bizantinos emigrados a Italia tras la caída de Constantinopla en poder turco (1453). El entramado cultural del momento comprendía otros temas, tales como la exaltación de la naturaleza, la aplicación de una conciencia crítica, la integración de las matemáticas como complemento del pensum literario, el abandono del principio de autoridad, la valoración de las prácticas experimentales, el cultivo de la razón como instrumento fundamental de cualquier proceso mental, etc. La corriente historicista del siglo XIX introdujo periodizaciones y una terminología específica para designar las fases más características dentro del desarrollo cronológico del devenir occidental. Jules Michelet (1798-1874) tituló un volumen de su monumental Histoire de France con el nombre de “La Renaissance”. Por esos mismos años Jacob Burckhardt (1818-1897) publicó una obra que se convirtió en un tratado clásico para todo estudioso de esa época. La formulación apelativa propuesta hizo fortuna. La idea de renacer evocaba una etapa nueva y esperanzadora en el acontecer vital de aquellas sociedades. Y reflejaba un sentimiento difuso que se percibe en la literatura y en las Bellas Artes del Quattrocento: “La dolcezza del vivere”.