La cultura del Renacimiento

Elisa Ruiz García

Hay un par versos entonados por el coro de la tragedia Antígona difícilmente superables:

Portentos, muchos hay; pero nada es
más portentoso que el hombre .

La idea expresada en estas dos líneas fue compartida por cuantos formaron parte de la élite intelectual que vivió a caballo entre los siglos XV y XVI en la península transalpina. En realidad, la exaltación de la dignidad del hombre era una especie de lugar común, tomado en préstamo al legado clásico. Hay una abundante literatura sobre esta cuestión, siendo las obras más notables el tratado de Giannozzo Manetti, De dignitate et excellentia hominis libri IV, acabado en 1452 , y el de Giovanni Pico della Mirandola, Oratio de dignitate hominis del año 1486 . En ambos escritos se encarece el lugar central que ocupa el ser humano en el universo y se destaca su condición ciudadana . Tal comportamiento indicaba una voluntad precisa de romper los lazos con una visión del mundo considerada ya caduca e instaurar una nueva sociedad basada en una concepción antropocéntrica del universo.

Este asunto constituye una simple muestra de una actitud general caracterizada por el retorno al mundo antiguo y al saber clásico. Como es bien sabido, este movimiento fue iniciado por Francesco Petrarca (1304-1374) y continuado por sus discípulos (Figs. 1 y 2). Un importante difusor de estas ideas fue Leonardo Bruni , tan influyente en la Península Ibérica (Fig. 3).