Los primeros grupos de jazz en España fueron barceloneses. En la capital catalana la afición al jazz prendió más fuerte que en ningún otro lugar y esa tendencia se ha mantenido durante muchos años, aunque ya en las primeras décadas del siglo XX el género se extendió por todos los rincones del país.
La industria del ocio reparó pronto en el jazz. Editoriales de música, sellos discográficos y el popularísimo teatro musical ayudaron a difundir sus ritmos sincopados y novedosas armonías. Los intérpretes de música ligera combinaban el jazz con otros géneros, pero poco a poco fueron apareciendo especialistas. En los años cincuenta se dio a conocer el pianista Tete Montoliu, nuestro primer gran músico de jazz, que para dedicarse exclusivamente a esta música tuvo que pasar largas temporadas en el extranjero. A partir de los años ochenta empezó por fin a recibir el debido reconocimiento también en España.
En 1967 Pedro Iturralde abrió el camino hacia el jazz flamenco, estilo que sigue siendo una de las aportaciones españolas más genuinas a esta música universal. Pero nuestras últimas generaciones de músicos han alcanzado una variedad de lenguajes y un nivel artístico comparables a los del resto de Europa. Sus discos son un buen reflejo de ello.