En la poesía de Góngora, mestizaje de tradiciones, tan importante como la cultura humanística es la popular, un rico mundo de costumbres, saberes y dichos sin el que gran parte de su producción escrita no podría nunca ser entendida. Este cúmulo de realidades sensoriales es, con frecuencia, filtrado mediante codificaciones literarias, y afecta, en la misma medida, tanto a romances, letrillas y décimas, como a sonetos, canciones y otras composiciones extensas. El ingenio y el genio de don Luis es tan extraordinario que, con gran originalidad y atrevimiento, termina derribando las fronteras entre ambas tradiciones, mezclando lo popular con lo culto.
Entre los motivos citados son fundamentales las actividades productivas u ociosas cotidianas, como el pastoreo, la pesca o la caza, que se vinculan fértilmente con los códigos poéticos que se remontan a la Antigüedad clásica y son reformulados en el Renacimiento italiano (la poesía pastoril, piscatoria y cinegética).
Por otra parte, existen testimonios de época que demuestran la afición de Góngora a la música: se rodeaba de músicos y muchos de sus poemas fueron puestos en música en su época. Junto a Garcilaso y Darío, forma el mejor coro de poetas musicales de la literatura escrita en español; su oído era prodigioso y su Fábula de Polifemo y Galatea es el máximo ejemplo de como la poesía no ha perdido el viejo, noble y bello amparo de la música.