La lección de Góngora no es solo un conjunto de textos (manuscritos o impresos) sino el legado creativo que se desprende de su estela. Por eso, su importancia no deriva, sin más, de su genialidad, densidad o excelencia; también es decisiva su repercusión en los poetas posteriores, su fecundidad, su huella, su vigencia.
Desde finales del siglo XVI hasta gran parte del siglo XVIII, la poesía de don Luis, que supone la culminación de una estética que comenzó con Garcilaso, triunfa en España, Portugal y América con tal intensidad que transforma por completo el lenguaje poético, sobre todo en la lírica, la épica y el drama, por cuanto se convierte en modelo de dicción exquisita.
Así, durante todo el siglo XVII surgen autores en la órbita de Góngora en España (Castillo Solórzano, el Conde de Villamediana, Soto de Rojas), en Portugal (Francisco Manuel de Melo) y en América (Hernando Domínguez Camargo, Sor Juana Inés de la Cruz, Gregório de Matos). Su influencia afectó incluso a los que lo envidiaban por su originalidad y perfección, como sucedió con Lope de Vega y Quevedo.