Nunca deberíamos olvidar que las innovaciones de Góngora fueron ampliamente debatidas en su época, vituperadas y defendidas con pasión y argumentos, sometidas a controles críticos de tal calibre que ocasionaron la más importante polémica sobre poesía lírica en la historia de la literatura española.
La tormenta comienza hacia 1613, con la difusión del Polifemo y la primera Soledad, y se proyecta a las décadas siguientes. Don Luis, el ingenioso poeta burlesco de letrillas y romances, el renovador del soneto y del arte mayor, con más de cincuenta años a sus espaldas acaba de coronar la fábula mitológica más sublime de la literatura española, el Polifemo, y está escribiendo un poema tan insólito, diverso y sedicioso como las Soledades, el poema lírico extenso más sorprendente de la literatura europea del siglo XVII. Las reacciones de asombro, ignorancia, envidia y entusiasmo convierten su inmediata recepción en una babel de opiniones, en la que detractores (Lope de Vega, Jáuregui, etc.) y apologistas (Pedro de Valencia, Almansa y Mendoza, Fernández de Córdoba, etc.) desencadenan una gran variedad de escritos (advertencias, cartas, censuras, tratados, poemas satíricos, centones). Por otra parte, estando todavía vivo y después de su muerte, muchos eruditos comentan la obra de don Luis casi verso a verso (Díaz de Rivas, Salcedo Coronel, Pellicer, Salazar Mardones). Este conjunto de textos resulta cardinal para el estudio de la poesía gongorina, ya que contiene la lectura de Góngora desde los parámetros y convenciones de su propia época, la poética que percibieron sus receptores inmediatos.