Andrés Sánchez Robayna
La considerable repercusión que alcanzó en España la poesía de don Luis de Góngora desde fines del siglo XVI hasta bien entrado el siglo XVIII ha podido dejar en segundo plano los ecos —no menos notables, desde luego— que obtuvo igualmente en otras lenguas y otras geografías durante ese periodo. Hay motivos para pensar que los ecos de su obra obtenidos fuera de la patria y de la lengua del poeta forman parte de la «recepción » de este en el mismo nivel de importancia, sin duda, que los recibidos en el interior del país; aquellos, sin embargo, no suelen ser citados (a no ser para hablar, de manera por lo general muy vaga, del «gongorismo» americano) a la hora de calibrar la significación histórica de esta obra. Una tarea todavía pendiente en los estudios gongorinos es la realización de un inventario —con su correspondiente valoración crítica— de las obras extranjeras en las que puede percibirse con claridad la huella del poeta cordobés; ese estudio permitiría no solamente conocer con más exactitud el alcance del gongorismo sino también examinar desde la óptica de un solo autor —un autor decisivo, por lo demás— el siempre difícil problema de los límites entre imitación y traducción, muy imprecisos, como se sabe, antes del siglo XIX. Justamente en relación con esto último, sobra tal vez decir que no puede medirse la repercusión de un poeta del Seiscientos con los mismos patrones con que lo hacemos hoy respecto a los poetas de nuestro tiempo, porque es muy distinta la sociología del hecho literario y porque han cambiado radicalmente las características de la transmisión y difusión de los textos.