Mercedes Blanco
Las Soledades forman un conjunto de poco más de dos mil versos compuesto de dos partes, una Soledad primera, que empezó a circular a través de copias manuscritas en 1613, y una Soledad segunda, cuya composición se prolongó hasta 1617 o incluso más tarde y cuyo texto se detiene de modo abrupto, cortando el hilo del relato, en un punto que parece cercano al previsto final. Este poema, desde las primeras fases de su difusión, provocó la controversia más encarnizada que haya conocido España sobre una cuestión literaria.
En el libelo carente de firma que circulará con el título de Antídoto contra la pestilente poesía de las Soledades, Juan de Jáuregui, rival de Góngora en calidad de poeta culto y ambicioso, expresa su violento rechazo del desconcertante meteorito: unas Soledades todavía en gestación, inacabadas, cuya inmensa fortuna en los años y décadas siguientes nadie podía adivinar. Diez años después, en un Discurso poético impreso y dedicado a su poderoso patrón el Conde Duque de Olivares (1624), Jáuregui se remonta, en expresión de Menéndez Pelayo, a la «serena región de los principios». En el Discurso se pronuncia no contra Góngora, cuyo nombre ni siquiera menciona, sino contra «el disfraz moderno de nuestra poesía», «la extrañeza y confusión de los versos en estos años introducida de algunos». Pese a esa prudente impersonalidad, a nadie se le escapaba que bajo «algunos» había que entender al autor de las Soledades y a sus devotos y seguidores.