La magnitud estética de Góngora

 

Joaquín Roses

Ante la vorágine de los datos, las fechas y los días, es urgente comenzar por los principios, convencidos de que todo examen certero del principio debe sustentarse en la formulación precisa de unas pocas preguntas, y convencidos de que para la cabal explicación de un hecho es tan necesaria la indagación de las causas como la persecución de sus efectos.

La poesía de Góngora no es sólo un conjunto de textos, la poesía de Góngora es el cometa que cruza, su origen estelar, su fugaz trayectoria y las partículas minúsculas que se desprenden de su estela. A ese «universo de universos», como decía Darío de los creadores, se accede con las llaves diversas de la lengua, de la ecdótica, de la métrica, de la historia, de la retórica, de la literatura, de la poética, de la música, de la pintura, de la lectura..., de esas constelaciones nobles y cíclicas llamadas studia humanitatis. De todas las llaves escondidas en el cofre de la inteligencia, cofre arrumbado en el desván polvoriento del siglo xxi, ninguna brilla más que la estética y ninguna es más resbaladiza. Confundidos por sus disquisiciones fi losófi cas, podemos arrastrarnos por el suelo, en una noche ciega, para buscar esa llave que abra la puerta de nuestra propia casa, que es la mansión de la poesía.