«Cuántas letras contiene este volumen grave»: algunos textos que inspiraron a Góngora

 

Jesús Ponce Cárdenas

En la España áurea, la biblioteca de cualquier ingenio docto aficionado a las litterae humaniores debía atender a las tres principales vertientes de la cultura de la época: el insuperable legado de los maestros grecolatinos, las novedades escritas por los modernos autores italianos y, por último, el creciente caudal de los textos en lengua castellana. Bastaría con ojear los listados de las obras que poseyeron autores como Diego Hurtado de Mendoza, Luis Barahona de Soto o Francisco de Quevedo para comprobar la veracidad de dicho aserto. Desafortunadamente, al contrario de lo que sucede con los tres poetas citados, al intentar un estudio de la biblioteca de Góngora el especialista se mueve en la más densa penumbra, ya que carecemos de una base documental firme sobre la que construir una reflexión.

Pese a que no se haya exhumado hasta la fecha ni un solo volumen procedente de la biblioteca del genio cordobés o de su familia, es lícito sospechar que Góngora sometiera los libros a las mismas prácticas que otros autores de reconocida erudición, como Torquato Tasso, Giovan Battista Marino o el mismo Quevedo. De tales autores se conservan varios volúmenes postillati, es decir, adornados con comentarios, glosas y valoraciones de puño y letra que dan indicio de una atenta lectura personal.