La historia de Europa conoce desde fines del siglo XVIII un proceso de aceleración que cambia en poco tiempo su fisonomía. En la vida económica es la época de la Revolución Industrial. En la vida política, la Revolución Francesa abolió la Monarquía Absoluta y creó un nuevo sistema garantizado por una constitución como ley suprema del Estado y basado en la soberanía popular, el gobierno representativo y el reconocimiento de las libertades de los ciudadanos. En la vida cultural, la disolución de los fundamentos que habían inspirado los tiempos modernos (desde el Renacimiento a la Ilustración) abrió paso a una época signada por las continuas revisiones, reacciones y rupturas en todos los ámbitos de la producción intelectual. Las revoluciones se instalan como una constante hasta la crisis de la segunda guerra mundial.