La iluminación divina y la corte

No sólo en los conventos carmelitas se cultivaba el intelecto. El claustro equivalía a una carrera, una profesión, en la cual el estudio y la escritura tenían su lugar. Se tratara de temas de meditación o de celebraciones religiosas que comportaban el recitado de poemas o representaciones teatrales, todo ello pasaba al papel, generalmente al amparo de un confesor no siempre justo, pues a veces se apropiaba de lo escrito por su pupila y lo firmaba con su nombre. Un caso interesante por lo ajustado de su escritura es el de Sor María de la Antigua (Cazalla de la Sierra, Sevilla, 1566).