En el siglo XV, algunas escritoras vieron sus textos publicados. Unas habían renunciado al mundo, como es el caso de la abadesa Isabel de Villena, hija natural del Marqués de Villena, que recibió una esmerada educación y estuvo en contacto con los letrados de su época. Tomó el hábito en 1445, a la edad de 25 años, y empleó en sus textos el latín y el valenciano, siendo la única excepción en la muestra de una escritura no castellana, dada su antigüedad e interés.