La encuadernación española es conocida principalmente por el florecimiento del mudéjar entre los siglos XIII y XVI, destacando los trabajos realizados en ciudades como Toledo, Plasencia, Segovia, Valencia, Zaragoza o Barcelona. Desarrollado por artesanos musulmanes y judíos, el estilo mudéjar es consecuencia la coexistencia de las tres culturas y la asimilación de las tradiciones decorativas andalusíes en los reinos cristianos. Síntesis de la herencia cultural mediterránea, sus rasgos más significativos son el empleo de motivos decorativos con forma de cuerda, las estructuras de lacerías y la técnica de estampación en seco, gofrada o cincelada. A partir del siglo xv, una nueva técnica de decoración, el dorado, aparece por primera vez en encuadernaciones realizadas en Nápoles, dentro del círculo de Alfonso V el Magnánimo.
Técnicamente, los artesanos mudéjares seguirán fieles a los materiales empleados en la encuadernación medieval: tapas de madera, cosido sobre nervios y el pergamino como soporte de la escritura, pero irán incorporando otros materiales propios de los árabes, como el papelón –fabricado pegando hojas de manuscritos inútiles hasta conseguir un cartón grueso–, el cordobán –una piel de cabra o becerro finamente curtida– y el refuerzo del lomo con piezas de vitela, pergamino o tela.