Durante los trágicos acontecimientos de la ocupación francesa de Roma en 1798, el cardenal Francisco Antonio de Lorenzana, legado extraotrdinario de Carlos IV ante la Santa Sede, adquirió numerosos códices litúrgicos procedentes de la Sacristía de la Capilla Sixtina y los envió a Toledo para salvaguardarlos de la "maxima in Urbis direptione".