Aprendizaje

Los códices bíblicos sefardíes, escrupulosos en su respeto a la tradición, transmiten el sistema de anotaciones marginales al texto de la Biblia creado por los masoretas entre los siglos VII y X, sistema que explica algunas peculiaridades del texto y garantiza la integridad de su transmisión.

El interés por el hebreo como lengua de la Biblia, y por lo tanto lengua santa, lleva también a los judíos de Sefarad a continuar los estudios filológicos que se habían empezado a desarrollar en Oriente. Así, entre los siglos X y XI, se escribieron diccionarios y obras gramaticales destinadas a sentar las bases del conocimiento científico de la lengua hebrea, con el objeto de poder determinar el sentido exacto del texto bíblico. Todo ello se producía en un contexto árabo-islámico, y en muchos sentidos replicaba el interés paralelo que los musulmanes tenían por el árabe como lengua del Corán.

La tradición filológica andalusí tendría continuación en Provenza, entre familias emigradas de al-Andalus como los Ibn Tibbon o los Kimḥi. Mucho después, tras la expulsión de 1492, y durante un breve pero intenso periodo, el hebreo será objeto de estudio en círculos universitarios cristianos, círculos en los que vieron la luz las primeras biblias políglotas, entre ellos el de la Universidad de Alcalá, cuna de la Biblia Políglota Complutense.