La copia manuscrita de códices y de libros de gran valor o de difícil consulta en el siglo XIX fue un medio habitual para completar colecciones, tanto públicas como privadas. Al bibliófilo Serafín Estébanez Calderón se le deben muchos de estos encargos y un joven Antonio Paz y Meliá será una de las personas que los llevará a cabo.

Con el desarrollo a mediados del siglo XIX de la fotozincografía, es decir, la transferencia de fotografía en planchas de zinc, se hizo posible el sueño de la reproducción mecánica de valiosos testimonios del pasado. En 1861 se datan los primeros facsímiles, realizados en Gran Bretaña, un manuscrito y un impreso: el Domesday Book (códice del siglo XI) y el First Folio de Shakespeare (1623), y en 1864, el primer manuscrito español en facsímil: El bastardo Mudarra de Lope de Vega.